8 de noviembre 2016: ¿la economía internacional inicia nueva etapa?

Publicado por Ricardo Carciofi en

Aquello que resultaba imposible para muchos y probable para unos pocos, terminó ocurriendo: Donald Trump ha llegado a la Presidencia de Estados Unidos. Now what? Aunque resulta pertinente, así formulada la pregunta desafía las imaginaciones más fértiles y es prácticamente imposible de responder. Esta nota recorta y circunscribe el interrogante a las siguientes dos cuestiones: primero, ¿ha comenzado ya el proceso de transformación de la economía internacional dando comienzo a una nueva fase aún desconocida?; segundo, ¿cuáles son las expresiones de cambio donde habría que concentrar la atención para la detección del nuevo escenario emergente?

Respecto del primer tópico, una rápida mirada a las notas de prensa y algunas  columnas de análisis frente al fenómeno Trump tienden a inclinarse por una respuesta positiva. El argumento principal es que el 8 de Noviembre ha confirmado la disconformidad con los resultados y marcha de la globalización económica y el rechazo a varias de sus consecuencias más negativas en el núcleo mismo de los países desarrollados: incremento de la desigualdad, ausencia de progreso de las clases medias, pérdida del empleo y temores crecientes frente a los flujos migratorios. El Brexit había sido el primer anuncio y cinco meses después se confirma y se profundiza la tendencia. Las miradas se dirigen ahora a las elecciones presidenciales en Francia.

Por otro lado, diversas opiniones aconsejan no precipitarse sobre los hechos. Se esgrimen razones diversas: la división de la opinión pública indica la desorientación frente al problema, que se suma a la ausencia de propuestas específicas.  Nuevamente el caso británico sirve de ejemplo. La justicia de esa país ha dictaminado que antes de solicitar a Bruselas el proceso de divorcio –el mecanismo del Artículo 50 del Tratado Europeo–, corresponde un tratamiento parlamentario de la cuestión. Si bien es improbable que las Cámaras revoquen la decisión del referéndum, el debate servirá para establecer principios mínimos sobre los cuales se habrá de asentar la nueva relación con Europa. Todo hace suponer que el proceso de negociación será largo y que dista de ser una ruptura abrupta porque el acceso al mercado único sigue siendo un objetivo económico central para el Reino Unido. Se trata de negociar entonces las ventajas de acceso al mismo, que son vitales para la industria, los servicios y las finanzas británicas, contra los requisitos libre movilidad del trabajo dentro del espacio de integración europeo. Similar razonamiento aplica al caso estadounidense. Más allá de las expresiones de campaña del candidato y ahora presidente Trump, la mayor parte de las políticas deben ser motivo de tratamiento en el Congreso. Por lo tanto, no puede especularse sobre los alcances de cuestiones que deben adquirir una definición precisa en la instancia parlamentaria. Es más, en el curso de dicho proceso, el Congreso actuará como caja de resonancia de los lobbys e intereses económicos y de los distintos mecanismos de contrapeso a las iniciativas del Ejecutivo. Esto aplica de manera particular a un Presidente que llega a la Casa Blanca habiendo tomado una distancia apreciable de la estructura partidaria republicana.

Pasemos al segundo tópico: si el propósito es detectar síntomas de cambio en la economía internacional como producto del nuevo escenario, ¿dónde hay que concentrar la atención? El funcionamiento de la economía global de las últimos años ha pivoteado sobre dos pilares: la apertura comercial y un ingrediente de cooperación internacional. Como sabemos la apertura ha sido relativa porque las negociaciones multilaterales prácticamente no han hecho ningún progreso en razón del estancamiento de la Ronda de Doha. Este vacío ha sido cubierto por una proliferación de acuerdos comerciales regionales que ha tenido como actores principales a EE.UU. y Europa. Estos acuerdos han permitido la implantación de reglas de intercambio que han llevado a la formación de cadenas de valor, redespliegue de la producción y cuyos actores principales son las grandes corporaciones.  Estos mecanismos han servido en parte para defender porciones de mercado y preservar nichos de actuación frente al avance de Asia y en particular de China. Frente a estos cambios acelerados el comercio se desenvuelve con dificultades pero, dentro de cierto rango, las disputas pueden resolverse con arreglo a principios compartidos en el marco de la OMC. Lo cierto es que prevalece el acuerdo implícito de todos los participantes que una guerra comercial tendría consecuencias catastróficas.

El segundo ingrediente es, como se adelantó, la cooperación económica internacional. En los hechos, este mecanismo tiene hoy una sigla conocida: G-20. Para muchas voces críticas, los acuerdos y consensos del G-20 resultan insuficientes para brindar la gobernabilidad mínima del proceso de globalización. Pero más allá de las preferencias y opciones que podrían postularse, este es el esquema que otorga el espacio de convergencia sobre el cual se impulsan decisiones que hacen a la gobernanza global.

Teniendo en consideración ambos elementos se puede esbozar una respuesta preliminar al interrogante planteado. Y podría ser formulada de la manera siguiente. Los indicios de un nuevo escenario de la economía internacional habrá que buscarlos tanto en la aparición de posiciones proteccionistas que no puedan ser digeridas a través de los mecanismos actuales –en la práctica, el tribunal de disputas de la OMC–, como en la pérdida de efectividad del G-20. Al respecto, y como parámetro de referencia, puede ser ilustrativo citar un párrafo de la reciente Cumbre de Hangzuo de septiembre pasado: “Trabajaremos de forma ardua para construir una economía mundial abierta, rechazar el proteccionismo, promover el comercio y la inversión, incluyendo el fortalecimiento del sistema multilateral de comercio y asegurar amplias oportunidades a través del apoyo público al crecimiento en una economía globalizada”. Cabe así la pregunta, ¿cuál será la posición del Presidente Trump en la próxima Cumbre del G-20 respecto de esta afirmación en particular y otras de tono similar que contiene la declaración?

La discusión previa nos permite llegar a la siguiente conclusión. Si bien es correcto prever que aún falta tiempo para conocer la formulación precisa de políticas que impulsará EE.UU. y que no serán solamente de la autoría del Ejecutivo, será necesario estar atentos a la conflictividad de las disputas comerciales y al proceso del G-20. En este terreno, una ausencia de definiciones por parte de la nueva administración estadounidense o intentos de imponer unilateralmente una nueva agenda pueden dar lugar a situaciones difíciles de volver a su cauce. En definitiva, después del 8 de noviembre, ¿estamos frente a un escenario más difícil en la economía internacional? El lenguaje de la meteorología ayuda a la respuesta: se avecina un frente de tormenta y habrá que estar atento a su desarrollo. Quizás no se materializa, pero todos los indicadores de monitoreo resultan útiles para el pronóstico.

Publicado en Nuevos Papeles, el 11 de noviembre de 2016.

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