Dolarización

Publicado por Ricardo Carciofi en

El debate sobre la dolarización ha cobrado en estos días una importancia más que destacada. En el plano económico podría decirse que este es el tema que monopoliza la atención. Hay varias razones que permiten entender el por qué de este predominio. En las actuales circunstancias conviene destacar dos de ellas. La primera es que si bien la inflación es una nota recurrente de la historia argentina de los últimos 70 años, la aceleración de los precios en los últimos meses tiene un impacto visible que deteriora los ingresos -salarios, jubilaciones y planes de ayuda social. Acaba de conocerse el índice inflacionario de agosto: 12,4% -un registro que en términos anualizados resultaría 306,6%. Asimismo, la mayor tasa de inflación se da cita con una caída del nivel de actividad con lo cual se hacen más visibles los costos económicos del fenómeno inflacionario. De ahí la existencia de una clara demanda (social) por la estabilidad. El segundo factor es que hay sustanciales diferencias entre quienes proponen la dolarización y aquellos que sostienen su inconveniencia y los elevados costos que traería aparejada esta política. Si bien estos contrapuntos transcurren en la discusión de economistas profesionales, la prensa ha hecho una amplia cobertura y de allí que el tema haya llegado a la opinión pública.

Las diferencias comprenden varios aspectos: el nivel de tipo de cambio resultante de dolarizar la economía, la necesidad de aumentar la deuda para obtener dólares actualmente inexistentes, la ausencia de las razones que habitualmente ha considerado la teoría para adoptar otra moneda -áreas monetarias óptimas (Mundell), la excesiva rigidez que supone una economía dolarizada que, por definición, carece de moneda propia.

El propósito de esta entrada no es dar cuenta de ese debate ni recorrer los argumentos en favor y en contra de la dolarización. Simplemente el interés es apuntar aquí dos elementos. El primero de ellos se refiere al hecho que el régimen cambiario requiere, de manera concomitante, la adopción de medidas complementarias -especialmente en el terreno fiscal- que le permitan dar continuidad en el tiempo y que le sirvan de sostén. Esas medidas suponen reformas que requieren consenso, además del hecho que deben tener el correspondiente trámite parlamentario. Adoptar el régimen monetario sin que esté asegurada la implementación de reformas (fiscales, especialmente) es altamente riesgoso porque una vez que la economía está dolarizada es prácticamente imposible la marcha atrás:  los costos sociales, económicos y políticos de un eventual abandono del dólar sería enorme. Ergo, se impone primero las reformas y luego la decisión sobre el regimen monetario. Paradójicamente, si dichas medidas logran plasmarse cabe preguntarse cuál sería la necesidad, en ese nuevo contexto, de adoptar al dólar como moneda.

El segundo elemento que deseo destacar aquí es el pronunciamiento de un amplio número de economistas -en el que me incluyo- que han suscrito una declaración explicando las razones contrarias a la dolarización. Si bien no se trata de un paper académico el documento ofrece, en mi opinión, una recorrida de los principales argumentos que deben recorrerse al analizar esta materia.

En el siguiente enlace se puede acceder a la Declaración a la que me refiero arriba y que lleva por título La dolarizacion es un espejismo. Abajo incluyo un hilo de X que publiqué en mi cuenta y que se relaciona con el tema de las reformas concomitantes con la dolarización. Por último, adjunto el fragmento de una entrevista que me hizo Radio Digital Formosa sobre el documento referido.

HILO:

En un trabajo que publiqué en noviembre pasado señalaba que una próxima administración debía encarar reformas orientadas al crecimiento. Entre los diversos obstáculos apuntaba allí uno no menor: la posible reversión de estas políticas. Ocurrió antes y podría ocurrir ahora. 1/7. (El trabajo al que hago referencia puede consultarse aquí.)

En el debate actual de la dolarización, sus proponentes sugieren diversas fórmulas para arribar a ese resultado. Todas tienen un común denominador reconocido por los defensores del esquema: hace prácticamente imposible desandar el camino. No habría reversión posible. 2/7

Sin embargo, la dolarización no actúa por sí sola. Requiere de reformas compatibles con este régimen monetario. Para ello se requieren consensos y acuerdos que deben tener trámite político y parlamentario. La dolarización implica “quemar las naves” para torcer voluntades. 3/7

La historia económica tiene evidencias claras que la salida de un régimen monetario rígido es sumamente traumática en términos sociales, económicos y políticos (B. Eichengreen, Golden Fetters, 1995.) 4/7

Ocurrió en 1933 cuando EEUU abandonó el patrón oro. Pasó lo mismo en Argentina en 2001 con la salida del régimen de convertibilidad, pese a que no era una dolarización completa y que el Banco Central estaba en funcionamiento. 5/7

Las reformas orientadas al crecimiento y la estabilidad son dos caras de una misma moneda. La dolarización no es una receta que entregue mágicamente ese resultado. Ni siquiera lo es un esquema alternativo -por ejemplo, un régimen bimonetario. 6/7

Lo esencial es acordar políticas que permitan derrotar la inflación y crear condiciones propicias para la inversión y el empleo. Son definiciones que deben debatirse democráticamente sin las ataduras de “grilletes de oro” ni las amenazas de una crisis de gobernabilidad. 7/7

Enlace con el hilo de X

ENTREVISTA RADIO DIGITAL FORMOSA

Fragmento del audio puede consultarse aquí

 

 

 

 

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