El sistema internacional de comercio ha sido hackeado: un comentario

Publicado por Ricardo Carciofi el

La frase del título pertenece a Richard Baldwin y resume el mensaje central del libro que acaba de publicar este autor: “The Great Trade Hack”, que ofrece el Centro de Investigaciones de Políticas Económicas (CEPR) dentro de la serie destinada al debate económico de temas de actualidad.[1] Tal como advierte Baldwin, el material escapa al molde de la investigación académica tradicional. Es un análisis y una reflexión que procura entender las razones que impulsa la política arancelaria de Trump y las consecuencias de estas para el sistema internacional de comercio. El trabajo se adentra en un episodio que está en pleno desarrollo. El ángulo y la perspectiva se ubica así a muy poca distancia del fenómeno en observación.

La espontaneidad del texto y el esfuerzo por ubicar dentro un marco analítico el complejo cuadro que ha puesto en marcha Trump en su segundo mandato presidencial ofrece de por sí un interés justificado en el libro. Más aún cuando el autor es un académico destacado en la materia, con experiencia práctica en el diseño y ejecución de política económica.[2]

A lo largo de once capítulos breves el libro pasa revista a varios temas: los aranceles y el déficit comercial, la naturaleza de la disputa con China, la trayectoria caótica en la aplicación de la política comercial, qué opciones de respuesta tienen los demás países, entre otros. Para el propósito de este comentario es conveniente concentrarse en dos tópicos que, de una manera u otra, recorren transversalmente el texto: el primero de ellos es la explicación de por qué se ha llegado hasta aquí: ¿cuáles son las motivaciones que impulsan la política comercial de Trump? El segundo es la identificación de posibles escenarios futuros.

Conviene detenerse con cierto detalle en la primera cuestión. El autor ubica la raíz del problema en el impacto que tuvo el efecto combinado de la globalización y el cambio tecnológico en la economía y sociedad estadounidense. Este proceso, que Baldwin designa con el término de globótica y que se desarrolló con intensidad entre 1990 y 2010, tuvo un impacto significativo: destruyó empleos y deterioró los ingresos reales de vastos sectores de la clase media, con una manifestación más aguda en ciertas ciudades y regiones -el así denominado Rust Belt. La crisis de 2008 agregó combustión a la dinámica en curso y aumentó el descontento social. Gradualmente se afirmó la percepción que el “American Dream” había llegado a su fin. Aquí el autor agrega una observación importante en su análisis. La pérdida de ilusiones y la desesperanza de varios grupos sociales se experimentó con mayor agudeza en EEUU por la ausencia de una red de contención. A diferencia de los países europeos, la opinión prevaleciente en la dirigencia política y empresarial de Estados Unidos ha sido refractaria a la creación del estado de bienestar. De esta forma, el país ingresó a la fase más activa de la globalización -lo que muchos autores han denominado “hiperglobalización”- sin políticas para compensar a los sectores afectados por la misma y sin herramientas para amortiguar los impactos en la estructura económica. Las políticas públicas negaron aplicar en los hechos la lección estándar de los libros de texto acerca de que los fenómenos de apertura traen aparejados ganadores y perdedores.

Una vez dispuestas las diferentes piezas en el tablero de la realidad económica y social estadounidense, la respuesta política no tardó en madurar y fue expresada en clave populista. Si la globalización fue la gran culpable de la frustración del sueño americano, el remedio sugerido es el proteccionismo. La primera presidencia de Trump transcurrió con esa orientación y concentró la batería arancelaria sobre el comercio con China. Biden, con algunas importantes diferencias, continuó en esa línea.[3] En ambos casos, con aplicación selectiva de aranceles y mayormente concentrados en China. Nuevas circunstancias -la pandemia y sus consecuencias inflacionarias- siguieron alimentando la disconformidad social que se pronunció en el triunfo electoral de Trump en noviembre 2024. Conseguido el apoyo de los votos, el nuevo mandato ha perseguido un objetivo más ambicioso que la gestión anterior. Trump 2.0 se ha propuesto revertir con urgencia el camino que llevó a la creación y construcción del sistema de comercio internacional.  Paradójicamente, este planteo sostiene que EEUU, el arquitecto y pivot del sistema, hoy es la principal víctima de éste. En la verbalización de Trump y de su núcleo de colaboradores, el arreglo existente ya no le sirve al pueblo de los EEUU, sino que solo beneficia a una pequeña elite que ha sido el agente del engaño.

La reacción populista-proteccionista tiene dos aspectos. De una parte, hay un ingrediente de protesta airada frente a lo que se considera un aprovechamiento de la magnanimidad del constructor del sistema por parte de los demás países. Todos ellos se han beneficiado de la apertura de mercado y del clima de negocios en EEUU sin ofrecer mayores contraprestaciones. Se argumenta entonces que ha llegado el momento de poner un corte drástico: no se trata de negociar. Hay que abandonar el barco de la globalización liberal. Lo cual lleva al segundo ingrediente: no se requiere una reforma o una adecuación sino quebrar e invalidar los “códigos del programa” conocido hasta hoy. En otras palabras, la ruptura de reglas. Es en tal sentido que, en opinión de Baldwin, Trump 2.0 ha hackeado el sistema internacional de comercio. En esencia, afirma el autor, Trump negocia consigo mismo.

Ahora bien, si tal es la descripción de la situación actual, una cuestión enteramente diferente es si las políticas en curso -proteccionismo y acción unilateral- producirán los resultados esperados. La opinión de Baldwin es decididamente negativa. Las razones económicas no son otras que los conocidos efectos de los aranceles tanto en el plano doméstico como en los impactos sobre los otros socios comerciales, que podrían derivar en una guerra comercial. No obstante, el autor cree que en los circuitos de decisión gubernamental estadounidense prevalecerá el proteccionismo y que por un tiempo largo el país mantendrá una posición distante. No hay vocación ni interés por asumir, como en el pasado, el liderazgo para la regulación del sistema.

Aparece entonces el segundo gran tema del libro: ¿cómo funcionaría el esquema cuando se retira el jugador de mayor volumen? Baldwin identifica tres posibles escenarios: a) la continuación inercial del esquema actual, donde EEUU sería el único outsider y los demás países seguirían acomodando sus acciones a las reglas existentes. En ausencia de un liderazgo nítido, el proceso tendería a languidecer y, en última instancia, sería poco efectivo; b) formación de bloques y creciente rivalidad entre los mismos; c) una reglobalización liderada por regiones (EU) y países de mayor gravitación en el comercio (China, Japón, India, entre otros.) El autor parece inclinarse por este último porque, a pesar de las deficiencias conocidas, sostiene que es una opción superadora de las otras dos y porque existe un conocimiento y un capital institucional sobre el cual se puede apoyar. Aun así, aparecen numerosos interrogantes de cómo se podría avanzar en tal dirección. La actual situación está aún en ciernes y cualquier pronóstico luce como un ejercicio de escasa utilidad.

El análisis de Baldwin deja abierto un par de flancos que no están tratados en su libro. En primer lugar, el razonamiento transcurre mayormente dentro de la política comercial. Sin embargo, un rasgo dominante de la actual coyuntura son las tensiones geopolíticas. Si tales tensiones escalan -tal como lo ejemplifica la actual situación en Medio Oriente-, el intento por discernir los posibles cursos futuros tiende a desdibujarse aún más. Es cierto que se podría responder que, en tal caso, esta conflictividad conduciría a alguna variante del escenario b). En un sentido, la situación no es novedosa. El regreso a un comercio delimitado mayormente a las áreas de influencia de cada bloque ha sido el patrón predominante previo a la primera guerra mundial. Sin embargo, no queda claro cuál sería el funcionamiento de este nuevo, y a la vez viejo, modelo después del grado de interdependencia económica y comercial como resultado de la hiperglobalización de las décadas recientes. En segundo lugar, una premisa del análisis del autor es que EEUU abandona y se aleja del actual sistema. Si bien el unilateralismo es una postura de política exterior que EEUU ha ensayado en el pasado y que no le es ajena, no es claro que esto resulte en aislacionismo. Por razones económicas y geopolíticas EEUU intentará preservar y, eventualmente, acrecentar sus intereses en zonas y regiones que le resultan de mayor valor estratégico. Esto sugiere que es difícil concebir la operación relativamente independiente de dos sub-sistemas: EEUU y el resto. Quizás esta sea la interacción más desafiante que se presenta en esta nueva fase de la economía internacional.

A manera de cierre y dejando ahora atrás el temario que aborda el libro parece oportuno preguntarse cuál es la lectura que puede hacerse del texto de Baldwin tomando en cuenta el alineamiento internacional de Argentina que impulsa el actual gobierno. La conclusión no es confortable. Aparecen dos razones de peso. La primera de ellas es que la disrupción provocada por Trump 2.0, con independencia de la valoración que se haga de sus medidas, obedece a motivaciones enteramente atribuibles a la política doméstica estadounidense. Lo cual no sólo es una realidad ajena, sino que, más allá de las limitaciones del sistema multilateral, Argentina, dada su condición de país pequeño y que emprende un proceso de apertura económica, se encuentra en posición desventajosa frente a un mundo que abandona las reglas existentes y donde no hay reemplazo a la vista. La segunda, aceptando la conceptualización de Baldwin que ubica a Trump 2.0 como el hacker de un sistema que los demás países están dispuestos a sostener, Argentina queda relativamente aislada de la posición mayoritaria. Obviamente, nada de esto está escrito en piedra porque, como se explicó, todo el proceso está en una fase muy temprana y donde hay definiciones pendientes, inclusive del propio hacker y que, según adopten una u otra forma, condicionarán el futuro próximo. En cualquier caso, parece claro que la alineación extrema con una ruptura del sistema multilateral no es la posición más ventajosa para Argentina. Al contrario, tener opciones abiertas que le permita acercarse a los países y bloques que adopten una postura constructiva de preservación de reglas, luce superior a una alternativa que está en las antípodas.

[1] Baldwin, R. (2025). The Great Trade Hack. How Trump Trade War Fails and the World Moves On. Response Economics Series. CEPR.

[2] R. Baldwin fue el economista principal del Consejo de Asesores Económicos en la presidencia de George H. W. Bush (1989-1993) y como tal participó activamente en las negociaciones de la Ronda de Uruguay y también en los trabajos previos que llevarían a la firma de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA.)

[3] En el caso de Biden, además del mantenimiento de casi todos los aranceles dispuestos por Trump, aplicó controles de exportación selectivos en los sectores sensibles en las ventas a China y además le sumó medidas de política industrial. Biden procuró movilizar esta agenda preservando las alianzas tradicionales de EEUU y promoviendo la cooperación entre los mismos.

Este artículo fue publicado en Alquimias Económicas y puede verse aquí.

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